A menudo estoy mirando en la dirección equivocada. Me pierdo “uno millón de veces” por estar concentrado en el camino por delante y no prestar atención a la calle donde debía de doblar. Vamos, ¿no soy el único culpable de no haber reconocido esa entrada de no haber hecho esa derecha o esa izquierda?
Así que no me pareció difícil entender que los discípulos que viajaban de camino a Emaús no reconocieran a Jesús. Estaban afligidos y desconsolados, su esperanza desinflada por su crucifixión. Las Escrituras dicen que estaban “discutiendo todo lo que había sucedido”. (Lucas 24:14) Su conversación se centró tanto en lo que HABÍA sucedido que desconocieron por completo Quién se unió a ellos, el Cristo resucitado.
Mientras medito, el Espíritu Santo me recuerda momentos en que yo como estos discípulos, centro mi narración en lo que sucedió cuando experimento un resultado diferente de lo que esperaba que sucediera. Momentos en que limito a Dios a mi experiencia y lo hago pequeño. Así que déjame volver al camino de Emaús. Mientras Jesús caminaba con los discípulos explica las Escrituras y partió el pan con ellos. Las palabras y la acción sacudieron sus corazones abriendo los ojos de lo que HABÍA sucedido a lo que Jesús dijo que sucedería: promesas cumplidas; Esperanza.
Salmos 130: 5 dice “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado.” Un componente vital de la resurrección cotidiana es la Esperanza. Esperando y creyendo que lo que el Señor ha prometido se cumplirá.
Padre, ayúdanos a tener esperanza nuevamente en los lugares donde nos sentimos derrotados. Enciende la chispa de esperanza en nuestros corazones para arder de pasión en áreas que creemos que han muerto sin darnos cuenta de que nada está muerto en ti, simplemente experimentando un proceso de resurrección. Esperamos, esperamos y confiamos en el único que es fiel. Nuestro Rey y Salvador resucitado Jesús. Amén